Reseña | Asomados al vacío - Manuel Osuna

    

Asomados al vacío

de Manuel Osuna

Género | Thriller

Editorial | Círculo Rojo 

Fecha de publicación |  Febrero del 2018

Páginas | 241

Años 80. Debido a una complicación inesperada, un grupo de estudiantes que viaja en autocar se ve obligado a desviar su trayectoria. Así, lo que comienza como una simple excursión escolar desembocará en una trampa peligrosa. El aislamiento y la desesperación sacarán lo mejor y lo peor de los jóvenes encerrados en su lucha por escapar del vacío.

Sobre el autor Manuel Osuna

Madrid, 1977. Apasionado del cine y de la literatura, Manuel Osuna se considera creador y contador de historias, especialmente de humor, intriga y terror. Ha cosechado gran cantidad de premios en diferentes certámenes literarios. Ganador en cuatro ocasiones del Premio Narraciones Breves del Colegio de Odontólogos de Madrid, fue premiedo también en otras cuatro ediciones del Certamen Literario SER Madrid Sur (dos de ellas con el primer puesto) y obtuvo el I Premio Joven de Relato Corto El Corte Inglés.

Además, sus relatos han aparecido en antologías como (Per)versiones Literarias, Visiones, Melocotón Mecánico, Calabazas en el trastero, Calabacines en el ático o Fuenlabrada Steampunk, editada por Kelonia.

En 2014 publica su antología de relatos de suspense titulada Laberintos (Editorial Círculo Rojo) y en 2015, Hollywood Boulevard: Microrrelatos de Cine y TV (RaVeNsWoOd Books Editorial). En este 2018 nos presenta Asomados al vacío, un escalofriante thriller juvenil de trama médica.

Opinión personal

Este libro llegó a mí de manos de su autor, Manuel Osuna (¡muchas gracias!), este verano pero por el parón lector y por razones personales no había podido echarle un ojo antes. Sin embargo, me alegro de haberlo cogido cuando he tenido tiempo para disfrutarlo, pues he tenido la oportunidad así de pasarme el día entero inmersa en sus páginas. Es, sin lugar a dudas, uno de esos libros de los que no puedes despegarte y que te mantiene en vilo hasta el final.

Mi primer contacto con el autor fue en el prólogo que escribió para El niño pájaro de Juan Manuel Peñate Rodríguez. Ya en esas reducidas páginas se puede apreciar la creatividad y la originalidad que emanan de su pluma y lo que ocurriera en su primera novela no podía ser menos, ¿verdad?

La vida de Ángel, un joven de 13 años, es un infierno. Cada día, en el colegio, tiene que soportar las burlas de sus compañeros y, en especial de Mario, que abandera orgullosamente su etiqueta de matón de la clase de 8º de EGB. Constantemente se ve humillado y nadie levanta la voz por él, excepto Laura, que siempre que tiene ocasión se pone de su parte. 

Sin embargo, todo cambia cuando yendo de excursión al anfiteatro con toda su clase Ángel empieza a sentirse mareado y tienen que parar el autobús en el que viajaban para ver qué ocurre. Las náuseas pronto se convierten en convulsiones, lo que alerta tanto a sus profesores como a sus compañeros. Lo que empezó como un simple mareo parece algo más grave. Ante esta situación, los responsables deciden acudir al hospital más cercano. Cuál es la sorpresa de todos cuando llegan allí y el centro está desierto, exceptuando un par de médicos y una enfermera. Allí les comunican que tendrán que quedarse una semana en cuarentena, pues lo que padece Ángel es contagioso y altamente peligroso. ¿Cómo será para ellos vivir 7 días juntos sin ningún tipo de contacto con el exterior?

Como ya he mencionado, uno de los fuertes de esta historia es que es increíblemente ágil y adictiva. Comienza con la presentación de los personajes principales y narra el transcurso de su día a día en el colegio; después de esta breve introducción poco a poco la trama empieza a coger forma y va adquiriendo un tono más oscuro, más aterrador. Algo que me ha fascinado de la novela es que no veía venir lo que iba a pasar y es esa incertidumbre la que no te deja abandonar el libro en ningún momento. Me gusta que me sorprendan y, aunque a partir de cierto punto se empieza a volver más predecible, el autor consigue volver a darle la vuelta y que vuelvas a plantearte toda la historia de nuevo.

Ahora voy a detenerme más en profundidad en la primera mitad de la novela que se centra en contarnos cómo viven los estudiantes sus años de escolarización. De esta parte me ha gustado que trata el tema del bullying desde diferentes perspectivas. A pesar de que la historia la vemos a través de los ojos de la víctima, en este caso Ángel, podemos también apreciar el papel que tienen sus compañeros en el acoso. Se nos presenta al cabecilla del grupo, también el que le sigue el juego, quien no hace nada y, lo más importante, también aparece esa persona que sí tiene algo que decir en contra de las injusticias. A lo largo de la lectura se puede apreciar que a ésta última persona, quien apuesta por defender al protagonista a pesar de todo lo que ello conlleve, el autor le confiere la relevancia que merece en la historia.

¿Conoces la sensación de angustia que te invade cuando estás al borde del abismo, asomado al vacío, a punto de caer en la nada? Se puede sentir sin necesidad de subirse a las alturas —reflexionó en alto, dándole la espalda—. Dar un paso atrás significa encontrarte con aquello de lo que huyes, y darlo hacia adelante requiere mucho valor. Pero mantenerte en el borde supone un vértigo insoportable. 

En referencia al bullying, me ha faltado que se hiciera algún tipo de mención al papel de los profesores. Sin embargo, entiendo que al ser narrado desde el punto de vista de Ángel este tipo de profundización hubiese quedado un poco fuera de lugar. También es verdad que se dan unas pequeñas pinceladas acerca del síndrome del trabajador quemado (burn-out) y aunque no se trata de forma explícita me ha gustado que el protagonista se diera cuenta de ciertos detalles acerca de un profesor en concreto. Pero bueno, esto ya es mi psicóloga interna hablando y analizando desde el punto de vista de mi profesión. ¿Qué se le va hacer? No puedo evitarlo.

Con respecto a los niños, otra cosa que me ha gustado mucho es que, a pesar de que al principio todos ellos parecen encasillados en una etiqueta —el matón, el raro, la guapa, la amiga de la guapa...— al final, y ante una situación como la que viven, muestran una serie de matices muy interesantes. Además me ha llamado la atención que, a pesar de que ninguno de los niños es perfecto, el autor convierte sus defectos en un armadura. ¿Y cómo lo hace? A través del humor. Ya lo decía Tyrion en su célebre frase en Juego de Tronos:

Nunca olvides qué eres, porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte.

Pero no todo podía ser bueno. Si algo me ha fallado en los personajes es que tienen 13 años pero aparentan tener unos cuantos más. A pesar de usar un lenguaje inmaduro, excesivo en algunas ocasiones (se agradece de vez en cuando el uso de expresiones que nos sitúan en los años 80), sus acciones son más maduras de lo que cabría esperar de niños de esa edad. Si en lugar de 13 años hubiesen tenido 15, las reacciones ante diversas situaciones habrían resultado más creíbles y coherentes. El último punto negativo es que he visto muy poca humanidad y empatía por parte de los personajes. Me ha faltado que ante lo que estaban experimentando se mostraran más vulnerables y, en definitiva, que se comportaran como niños, en lugar de recibir los golpes con tanta entereza. 

Para terminar, el desenlace es magnífico. Consigue darle el broche final perfecto a una historia que te mantiene en vilo desde la primera a la última página. 

En definitiva...

Me ha gustado...

Cómo trata el tema del bullying, no contándolo sólo desde una perspectiva; los personajes evolucionan y convierten su etiqueta en su armadura; es una lectura ágil y adictiva; el final.

Te gustará si...

Te gusta pasarte horas y horas delante de un libro sin poder soltarlo. Además, si te gustan las historias que te pongan los pelos de punta a través de una trama espeluznante y tétrica, éste es tu libro.

No me ha gustado

Los personajes parecen y actúan como si fueran más mayores de lo que son; el lenguaje coloquial se torna en ocasiones excesivo; no muestran empatía ni reacciones propias de su edad.

Mi puntuación

                  
 ★★★★