¡Aquí van mis dos relatos de febrero para el #OrigiReto2018 creado por No soy adicta a los libros y La Pluma Azul de Katty! Si queréis saber más acerca del reto, aquí tenéis las bases. ¡Espero que os guste!
Mi primer pensamiento cuando supe
de ti fue “lo siento”. Realmente no sé hacia quién iba dirigido. Tal vez a él.
Tal vez a ti. Lo que sí sé es que esas dos palabras se transformaron en otras
muy distintas cuando por fin te tuve entre brazos aquella mañana de julio y vi
tus pequeños ojos abriéndose al mundo por primera vez. Me acerqué a tu carita
sonrosada y te susurré mi única verdad:
—Voy a protegerte con mi vida.
†††
Como cada noche, me sumerjo en
una buena lectura para olvidar todo lo ocurrido durante el día. Es mi única
escapatoria, la forma que tengo de mantenerme cuerda. Sin embargo, ni siquiera
hoy un buen libro puede alejarme de mis preocupaciones. Aquellas dos líneas han
estado inundando mi mente e incluso cuando cierro los ojos puedo verlas a
través de los cientos de lucecitas tras mis párpados. No voy a dejar que
ocurra, no voy a darle la oportunidad de arruinarle la vida a nadie más y, por
mucho que me cueste decirte adiós, te quiero lejos de aquí, lejos de él y de
mí. Prefiero imaginarte feliz en alguna otra parte donde él no pueda alcanzarte,
donde sus manos no lleguen, aunque eso signifique que las mías tampoco. Te voy
a atesorar dentro de mí, te daré la vida en mis pensamientos. Pero no aquí, no
en este mundo que no te depara más que sufrimiento. Voy a cuidarte, y eso
significa dejarte ir.
Poco tardo en averiguar que ese
mismo mundo tiene otros planes, pues la forma en la que entra al dormitorio no
deja lugar a dudas de que ya sabe de tu existencia.
—¿Qué significa esto, Claudia?
—no hace falta que levante la mirada de las páginas del libro para saber qué
sostiene entre sus manos. Aun así
necesito confirmar mis sospechas y cuando lo hago, una punzada de dolor me deja
sin respiración durante unos instantes. Lentamente se acerca a la cama y dos
segundos después siento su aliento contra mi mejilla. Tengo que cerrar los ojos
para no verle tan cerca. Ya apenas puedo soportarlo.
—¿Qué te tengo dicho? —no grita,
pues no le hace falta. La forma en la que marca cada palabra es suficiente para
despertar en mí lo que quiere: miedo.
—Que siempre he de responderte —hago
de tripas corazón y consigo que mi voz no se quiebre en ningún momento, pero mi
esfuerzo titánico por mantener la compostura no tarda en volverse humo cuando empieza
a acariciarme el pelo.
—Así me gusta. Dime pues, ¿qué
significa esto?
—Estoy embarazada —antes de
terminar de hablar levanto los brazos sobre mi cabeza para protegerme de un
golpe que nunca llega. En lugar de eso, se lanza sobre mí y me abraza como
solía hacer cuando aún no se había desprendido de su máscara. Me quedo
petrificada y le dejo hacer —como ya es costumbre— y caigo en la cuenta que no
soy capaz de sentir por él ni el más mínimo atisbo de amor. Sin embargo, aquí
sigo. Presa en una cárcel sin barrotes, en una jaula abierta al mundo pero de
la que soy incapaz de salir.
—Por fin vamos a ser una familia
—sus brazos aún me sostienen y yo tengo que contenerme para no zafarme de ellos
como acto reflejo.
¿Familia? Él nunca sabrá lo que
significa esa palabra.
†††
Aún no puedo creer que esto esté
ocurriendo. Todavía me levanto cada madrugada bañada en sudor y esperando que
todo sea una pesadilla pero no lo es. Tan sólo necesito bajar la mirada y ver
mi abultado vientre para saber que es real, que tú estás creciendo dentro de mí
y en unos pocos meses te traeré a la
vida.
Soy una persona horrible, pienso.
Voy a ser madre y, la experiencia que debería ser de las más felices de mi
vida, está resultando ser un tormento. Te imagino llegando al mundo con unos
ojos repletos de luz, una sonrisa sin dientes y un alma en blanco. Imagino tus
carcajadas y tus llantos con sus respectivas noches en vela aguardándote. Te
imagino día a día, Adrián. Y te imagino feliz. Pero, ¿a quién intento engañar?
Esa no es tu vida, ni tampoco será la mía. Por eso no me queda más que
inventarte una y otra vez, en una realidad distinta donde no esté él, donde no
pueda hacerte daño. Tengo cuatro meses más para seguir engañándome y decirme
que todo saldrá bien. Pero de vez en cuando el miedo se vuelve un monstruo real
y se cuela como veneno entre mis grietas. Entonces te imagino diferente. Naces,
y no hay más que bondad en ti. Y yo la mimo, la riego día tras día como si
fuera una flor que se pudiese marchitar. Sigues creciendo, anclando tus raíces
a la tierra, bebiendo de mí y de todo lo bueno que te rodea. Pero entonces me
doy cuenta de que eso no es suficiente, que el aire que respiras y transformas en
parte de ti te está matando. Es él, asfixiándote, pudriéndote desde dentro. Te
contaminas de sus palabras, de sus acciones, de su odio. Empiezas a perder tu
color y te vuelves un reflejo del monstruo que te dio la vida. Y yo no puedo
hacer más que observarlo todo desde mi cárcel sin barrotes, esa jaula abierta
al mundo de la que sigo sin poder salir. Te grito, pero no me escuchas. Me
saludas desde la otra parte del cristal y sonríes ajeno a todo mientras él te
mira con orgullo. Ve en quién te has convertido, sabe que seguirás sus pasos,
que es tu modelo a seguir.
Te he imaginado de mil maneras
distintas, Adrián. Y he llorado tantas veces creyendo que esta batalla también
va a ganarla él que apenas me quedan fuerzas para seguir adelante. Pero esta
vez, mis armas son distintas. Esta vez ya no lucho sola. Como si escucharas mis
pensamientos, me das una patada y noto cómo te revuelves dentro de mí.
—Lo sé, pequeño —te susurro,
sonriendo por primera vez en mucho tiempo—. Lo sé.
Sé perfectamente cuándo empecé a
tomar forma, cuándo surgió la primera chispa que me dio la vida 15 años
después. Aquel día Adrián se encontraba en el salón, abstraído mientras
construía una torre imposible con piezas de Lego. De haber prestado más
atención, habría caído en la cuenta de lo extraño que era que su madre no
hubiese ido a echarle un ojo desde hacía ya un buen rato; también habría
escuchado la forma en que los pasos en el piso de arriba se volvían más pesados
y nerviosos y también habría escuchado la voz de su padre ganándole la batalla
al silencio. Sin embargo lo que despertó al pequeño de su ensimismamiento fue
un grito repentino y el sonido de un portazo seguido de la imagen de su padre
bajando precipitadamente por las escaleras con el rostro rojo de pura ira. Sin
siquiera dirigirle a su hijo una mirada fugaz, abandonó la casa cerrando la
puerta tras de sí. Confundido, el pequeño hizo lo que cualquier niño de 4 años
hubiese hecho en su lugar: correr a buscar a su madre. Aún a día de hoy Adrián
es capaz de rememorar la escena como si se tratara de algo que le acabara de
suceder. Al entrar en la habitación de sus padres se encontró a su madre en el
suelo con los brazos rodeándole las piernas y el cuerpo encogido sobre sí mismo.
Cuando se acercó y ella levantó la mirada a Adrián se le cortó la respiración.
La tristeza en sus ojos, el corte en la mejilla izquierda y sus labios formando
un “lo siento” silencioso. Eso fue lo que me despertó por primera vez y, desde
entonces, no he dejado de crecer dentro de él.
La siguiente chispa que consiguió
avivarme nació dos años después. Aquella mañana la casa estaba patas arriba,
llegaban tarde al colegio y Claudia apremiaba a su hijo para que se terminara
pronto la leche.
—¡En 20 minutos tengo que estar
en el trabajo! ¡Más os vale que mováis el culo! —era habitual en él levantarse
cada día con el pie izquierdo, pero las prisas habían conseguido acentuar su
mal humor matutino.
—Vamos, date prisa —le susurró su
madre a Adrián, como si se tratara de un secreto entre los dos. Mientras ella
recogía los abrigos de la entrada, el pequeño apuraba los últimos sorbos de
leche. Acelerado como estaba fue a dejar el vaso en la pila con tan mala suerte
que se le resbaló de las manos y cayó estrepitosamente al suelo. Tras dos
segundos de silencio retumbó en la cocina el sonido de un golpe seco.
—Tu hijo es igual de inútil que
tú —se aseguró de decirle a Claudia antes de salir de casa para coger el coche.
Adrián, con la mano en la
mejilla, tardó un par de minutos en asimilar lo que acababa de suceder. Cuando
lo hizo, las lágrimas empezaron a desbordarse por sus mejillas. Fue la primera
y la última vez que lloró por él. A partir de entonces, el dolor se volvió
rabia y un detonante para hacer de mi chispa una llama.
Pasaron los años y ese fuego al
que había ido alimentando día tras día se convirtió en parte de él. Yo estaba ahí
al despertar cada mañana, cuando se miraba en el espejo y se odiaba por
parecerse cada vez más a su padre. Le acompañaba cuando veía a su madre
apagarse poco a poco y no podía hacer nada más que abrazarla para juntar sus
pedazos. Adrián se recuerda diciéndole que no estaba sola, que saldrían juntos
de esa cárcel sin barrotes. Que lo lograrían, al final. Pero las palabras
empezaron a pesar y perdieron todo su valor. Ya ni siquiera las creía cuando
las pronunciaba y, a juzgar por la mirada triste de su madre cuando las
escuchaba, ella tampoco lo hacía. Pero seguían aferrándose a ellas, pues era lo
único que les quedaba. Sin esperanza, estaban perdidos. Poco tardó Adrián en
comprenderlo cuando una tarde se dispuso a despertar a su madre de la siesta y ésta
no respondió a los primeros intentos. Quedó descolocado durante un par de
segundos y volvió a la carga, pero ella seguía sin reaccionar.
—¿Mamá? —comenzó a zarandearla
con más fuerza—. Mamá, por favor, ¡despierta! —a pesar de
sus ya 18 años de edad en ese momento se sintió tan indefenso como cuando no
era más que un niño. A cada segundo que pasaba su miedo se iba acrecentando y
volviéndose más real. No pudo contener las lágrimas y sus palabras se convirtieron
en plegarias mientras seguía intentando, sin éxito, despertar a la mujer que le
había dado la vida. Cuando vio que no iba a conseguirlo, se rindió y empezó a
buscar a su alrededor una explicación de lo que podía haber pasado. Al examinar
a su madre más de cerca vio que sus manos sostenían algo. En una de ellas había
un pequeño bote vacío —es una pesadilla, no puede estar pasando, se dijo Adrián
a sí mismo para calmarse— y en la otra un papel arrugado. Con las manos
temblando, consiguió abrirlo y leer su contenido: “Lo siento, Adrián. No
pude protegerte. Perdóname, por favor”. Las piernas le fallaron y se desplomó
en el suelo. Cuando volvió a la consciencia, yo estaba en su mirada. Ya no
había vuelta atrás.
†††
—¡Socorro! ¡Hay un incendio!
—Adrián puso todo su empeño en mostrarse desesperado mientras detallaba la
calle y la casa en la que se encontraba. Cuando le confirmaron que ya tenían
los datos, colgó el teléfono y entró por fin al que fue una vez su hogar.
—¿No huele un poco raro, hijo?
—su padre había entrado poco antes que él y enseguida presintió que algo no iba
bien. Adrián sonrió para sus adentros.
—Nos arrastraste a mamá y a mí al
infierno —Adrián empezó su discurso mientras sostenía con fuerza la nota de suicidio
de su madre contra el pecho— ¿qué te hizo pensar que yo no haría lo mismo?
No le dio tiempo a reaccionar,
pues ya había soltado el mechero y la llama prendió al instante. Allí estaba
yo, cobrando forma por fin. Adrián sonrió y, justo antes de consumirlos a ambos,
comprendí que mi nacimiento había sido el momento más feliz de su vida.
ETIQUETA #ORIGIRETO2018 (FEBRERO)
Es muy duro, pero con un mensaje contundente al final. Esa patada que lo cambia todo :)
ResponderEliminarHola ^^
ResponderEliminarAy, no conocía el reto hasta ahora. Qué idea tan creativa.
Gracias por compartir tus relatos con nosotros <3
¡¡Un abrazacoooo!! ;)
Muy bueno, transmites muy bien la angustia de esa madre, de la que solo ella sabe lo que ha soportado en un pasado. Oye escribes de maravilla, perfectamente narrado.
ResponderEliminarPor cierto, esta semana anuncio un sorteo en el blog, que he pensado que te podría interesar:
https://erasejm.blogspot.com.es/2018/02/preguntas-blogueras-26.html
Un beso ;)
No sé qué decirte, me has dejado sin palabras.
ResponderEliminarEres increíble, pero claro... Eso ya lo sabíamos.
Te quiero :)
¡¡Hola!! Estupendos tus dos relatos de febrero para el #OrigiReto2018. Te quedaron ambos realmente conseguidos, en el primero sobretodo se siente muchísimo el sentimiento angustioso y el miedo de Claudia, y realmente puedes comprender la terrible situación en la que se encuentra sin llegar siquiera a entrar en escenas de conflicto ni momentos violentos, ni siquiera necesitas meter al "villano" en la escena mas que para hacer acto de presencia. Muy triste y angustioso.
ResponderEliminarLa segunda historia es aún más inquietante si cabe. me puso la piel de gallina un par de veces, aunque no esperaba ese final. Escribes con mucho sentimiento y eso hace que se sienta muy realista.
Enlazaste el ejercicio 23:Escribe los pensamientos de una embarazada que tenga miedo a que su hijo salga violador o psicopata, y 15:escribe una historia con un incendio como protagonista como si fuera un ser vivo. En el primero está bien, aunque quizá el segundo habría encajado mejor en el ejercicio 4:escribe un relato en el que el protagonista se convierta en un asesino, porque creo que más que como protagonista, es narrador, y que podrías haber puesto perfectamente un trastorno de personalidad múltiple ahí xP Pero me parece bien. Enhorabuena, todo ok! te cuento los 10op y ánimo con marzo :P
.KATTY.
@Musajue
Ah, por cierto, olvidé un par de cositas :P
Eliminar"entre brazos" ¿los? o sus...
"que mováis el culo! —era habitual en él levantarse" Juraría que solo van en minúscula verbos que se relacionen con su forma de hablar, como decir, gritar, susurrar etc. El resto creo que son en mayúscula. De todas formas no estoy segura, espero que te salga genial ^^ Un saludito.
.KATTY.
Hola.
ResponderEliminarSobre el primer relato, la verdad es que has conseguido transmitir la angustia de la madre, Claudia, temiendo que su hijo vaya a vivir la misma pesadilla que ella. Reflejas muy bien el sentimiento de impotencia e incluso anulación que ella llega a sentir y también la pequeña esperanza al final.
Sólo un detalle sobre esta frase, creo que "ni siquiera hoy un buen libro puede alejarme de mis preocupaciones." se referiría a que hoy es un día especialmente bonito y que aún así ni un libro puede alejarte de tus preocupaciones. Creo que lo que quieres decir es que normalmente un libro te sacaría de tus preocupaciones pero que hoy no es posible, lo cual sería: "hoy ni siquiera un buen libro puede alejarme de mis preocupaciones."
Sobre el segundo relato, me tuviste engañada todo el rato, bueno, a medias, ya que pensaba como Katty, que se referiría al objetivo 4:escribe un relato en el que el protagonista se convierta en un asesino. Creo que es porque leímos el relato de otra participante que narraba este objetivo por estos derroteros. De todos modos volviéndolo a leer te das cuenta de que es una tercera persona la que habla y que podría ser el incencio cobrando forma en la mente del protagonista. No sería un ser vivo realmente, sino un penamiento en la cabeza del protagonista, pero creo que también vale.
Muy bien hilados los dos ejercicios y la pegatina. ¡Enhorabuena!